A los 18 años, la belleza radica en la juventud misma, en la frescura de esa etapa. Sin embargo, a los 30, la belleza es más profunda; no es solo cuestión de apariencia, sino de cómo vives tu vida. La serenidad, la experiencia y el cuidado personal, como el yoga facial, realzan esa belleza interior que refleja en el exterior.